Primera Lectura
El argumento es introducido por la primera lectura (2 Sm 5,1-3) con el recuerdo de la unción de David para rey y pastor de Israel, figura profética de Cristo, rey y pastor de todos los pueblos. Luego se desarrolla en la segunda lectura (CI 1, 12-20), donde San Pablo ensalza la realeza de Cristo y pasa revista a sus títulos más expresivos. Cristo es rey porque tiene la primacía absoluta delante de Dios y delante de los hombres, en el orden de la creación y en el de la redención. «El es imagen de Dios invisible» (ib 15), imagen perfecta y visible que revela al Padre: el que le ve a él, ve a su Padre (Jn 14,9). Es el «primogénito de toda criatura» (CI 1, 15): primero en el pensamiento y en el amor del Padre, primero por su dignidad infinita que lo antepone a todas las criaturas, primero porque «por medio de él..., por él y para él» (ib16) han sido hechas todas las cosas, habiéndolas Dios llamado a la existencia por medio de él, que es su Palabra eterna. Toda la creación le pertenece; él esa la vez Rey que la rige y Sacerdote que la consagra ofrece al Padre para su gloria. Pero como la creaciónha sido contaminada por el pecado,Cristo que la ha redimido al precio de su sangre, es también Salvador de ella. Los hombres salvados por él constituyen el Reino, la Iglesia, de la que él es Cabeza, Esposo, Pastor y Señor. Por otra parte, por su encarnación, es también hermano de los hombres y por su pasión y muerte es «el primogénito de entre los muertos» (ib 18), que un día resucitarán con él, «primicia» de los resucitados. En verdad Cristo «es el primero en todo» (ib) y en él el hombre lo encuentra todo: la vida, «la redención, el perdón de los pecados» (ib 14). Brota así espontáneo el himno de reconocimiento a Dios Padre que en su Hijo ha querido crear y restaurar todas las cosas y dar a los hombres vida y salvación: «Demos gracias a Dios Padre, «que nos ha sacado del dominio de las tinieblas y nos ha trasladado al reino de su Hijo querido» (ib 12-13).