Evangelio
El poder transformador que la resurrección tiene en cada uno de nosotros.
¿Alguna vez dejaste la Iglesia? O, ¿sabes de alguien que la abandonó y regresó? ¿Por qué tu o esta otra persona volvió?
Mucha gente ha abandonado la Iglesia, sólo para volver y encontrar un hogar espiritual. Quizás se han sentido lejos de Dios, desalentados por una cuestión de fe sin resolver, o rechazados por alguien en la Iglesia. Entonces, algo ocurrió para hacerles regresar. Si miramos un poco más de cerca, encontraremos que no fue una crisis personal o por los niños o por madurez que la gente vuelve. Fue Dios.
La lectura del evangelio inicia con dos personas que eran discípulos de Jesús, pero sentían desaliento, los eventos habían desvanecido sus esperanzas, ahora caminaban fuera de la comunidad cristiana de Jerusalén. Luca simbolizó el movimiento roto en Cleofás y su compañero.
La narrativa de Lucas en este Evangelio puede dividirse en tres escenas: 1. la queja, 2. la revelación y 3. la proclamación.
24, 13: Estos dos discípulos sencillamente volvían a su casa y a su trabajo, después de ver muertas sus esperanzas. Lucas otorga un lugar muy especial a esta manifestación de Jesús, porque enseña lo que será para los creyentes de todos los tiempos el reencuentro con Cristo resucitado.
24, 14 -16: Estos dos hombres están en la misma situación en que se encontraba el pueblo de Dios en la historia: tenían la seguridad de haber encontrado un salvador y todo terminó en un fracaso.
24, 16: “… pero algo impedía que sus ojos lo reconocieran…” Lucas emplea cuidadosamente una y otra vez los verbos “ver” y “reconocer”. El evangelista quiere comunicar que Jesús después de su resurrección ya no podía ser visto con los ojos del cuerpo. Había pasado de este mundo al de su Padre, y este mundo nuevo escapa a nuestros sentidos. Y es con esta nueva mirada, con esta luz de la fe, que lo reconocemos presente y actuando en nosotros y en nuestro alrededor. Si bien la historia de la Iglesia está marcada por algunas visiones excepcionales, el pueblo de los creyentes está invitado a reconocerlo en la fe.
24, 18: Cleofás, el esposo de María, la madre de Santiago y José –ver Juan 19,25 y Marcos 15,40.
24, 19-20: Esta oración tiene una construcción confusa. “« ¡Todo el asunto de Jesús Nazareno!» Fue contestada en dos maneras:
- primero, la cláusula relativa: “era un profeta poderoso…”, que explicaba quién fue Jesús.
- Segundo, la frase “pero nuestros sumos sacerdotes y nuestros jefes…” explicaba lo que pasó a Jesús.
24, 21: “…ya van dos días desde que sucedieron estas cosas…” Es decir, junto con todo esto, él, se encuentra en la tumba. En el contexto de 24, 19-20, Jesús es el sujeto entendido de la oración. En otras palabras, el profeta poderoso, Jesús, que fue crucificado. Sus seguidores parecen tener altas expectativas sobre su Ministerio –incluso después de su muerte. Tres días después, Jesús no había hecho nada. En este punto, los dos se dieron por vencidos; pero no sin un comentario sobre las mujeres en los siguientes versos -24:22-23.
Debido a que Jesús una vez reunió seguidores con su predicación y sus grandes signos, lo haría otra vez. Se les acercó y les entabló un diálogo de fe sin revelarse a sí mismo – 24: 15-16. El empezó haciéndose presente y escuchando una historia de desaliento. En el plano humano, los dos compañeros tienen todo el derecho a sentirse desalentados, después de todo, depositaron su confianza en la reputación de Jesús, sólo que esa confianza era aplastada por las acciones de los líderes religiosos – 24: 19c-21
Jesús también escuchó la falta de confianza de los compañeros. Ellos habían escuchado el testimonio de las mujeres sobre su resurrección –24: 22-24, pero a través de sus acciones –tales como el alejarse, mostraron incredulidad. A la luz de los eventos de los días pasados, la reivindicación de por las mujeres parecía difícil de creer.
FE: la primera virtud teologal
Podemos encontrar el terreno de la vida cristiana en el primer mandamiento: "Adorarás al Señor tu Dios y a él sólo le servirás." El mandamiento centra nuestro amor sobre algo superior a nosotros mismos. Sin la adhesión a este mandamiento, nuestro amor estaría fuera de lugar o se hundiría en una lástima auto-absorbente.
La Vacilación –también conocida como duda involuntaria –es el primer obstáculo a la fe. Genera ansiedad, haciendo difícil aceptar la fe. La duda voluntaria, puede guiar a un creyente al rechazo de un artículo de fe. El revolcarse en la duda puede causar ceguera espiritual y la incredulidad. Pueden resultar en apostasía –el abandono de la fe, y el cisma –rompiendo con la Iglesia.
Debemos recordar, sin embargo, que la duda involuntaria en los artículos de fe pueden conducir a una comprensión más profunda si persiste la confianza en Dios y su Iglesia. La confianza dificulta más la apostasía y el cisma.
¿Tienes tú y/o alguien que conoces alguna duda de fe, pero permanecen fieles? ¿Cómo puede ser posible?
24, 25: Jesús rompió la autocompasión de los dos llamándoles su atención y explicándoles de una manera más fresca lo que ya sabían. Jesús les llamó su atención con dos títulos: « ¡Qué poco entienden ustedes” y “qué lentos son sus corazones!” Cuando los dos perdieron la fe, ellos se enfocaron en sí mismos; no podían entender nada más allá de sus propias vidas personales o de sus programas. Cuando perdieron la fe, discurrieron en su propio dolor; sus corazones no podían reconocer a otros que trataban de ayudarles. En su caso, no podían entender con sus mentes o alcanzar con sus corazones para recibir la esperanza, registrada en los libros de los profetas de Israel.
24, 26-27: Entonces, Jesús interpretó las escrituras en una nueva forma. El Cristo necesitaba morir para realmente vivir y dar esa vida a otros. Jesús usó lo que los dos ya sabían; pero lanzó una nueva luz sobre el asunto. El hizo personalmente que las escrituras tomaran vida. Jesús renovó la esperanza de los dos, porque les dio razones para creer.
24, 28-31: Con la esperanza restaurada, los dos le suplicaron a Jesús que se quedara y cenara con ellos. Al partir el pan en la cena, reconocieron a Jesús. Se notará que este encuentro es la primera Eucaristía celebrada en la Iglesia. No hay Eucaristía que no comience con las Escrituras leídas y comentadas y a continuación viene el pan consagrado y compartido. Y entonces se cumple el misterio de la fe: sus ojos lo reconocieron.
Los estudiosos han comentado los matices litúrgicos del verso 24: 27 –la proclamación y explicación de la escritura, y de los versos 24: 30-31 –la Eucaristía. A lo largo del transitar cristiano, reconocemos al resucitado más claramente en la adoración: la palabra y Sacramento. En el momento del culto, sabemos que Cristo camina con nosotros.
Jesús hace la lectura según la costumbre de las sinagogas: primero los textos del Pentateuco (los libros de Moisés), y luego los Profetas.
Jesús recordó no sólo los textos que anunciaban su pasión y su resurrección, como Isaías 52,13; Zacarías 12,11; Salmo 22; Salmo 69, sino también aquellos textos que mostraban el cumplimiento del plan de Dios a través de pruebas y humillaciones. Aún hoy la Iglesia hace con nosotros lo que Jesús hizo para los dos discípulos: nos enseña la interpretación de las Escrituras. Lo más importante para comprender la Biblia no es saber muchos textos de memoria, sino descubrir los hilos que unen los diversos acontecimientos y comprender el plan de Dios a lo largo de la historia 1Cor 2,9.
Luego viene la consagración. Tomó el pan, lo bendijo, y después de haberlo partido, se lo dio; estas cuatro expresiones eran características de la Eucaristía.
24: 32, 35. En el párrafo anterior, utilizó la metáfora de "transitar" y "caminar" para referirnos al estilo de vida cristiana. Lucas hace lo mismo con el término “camino” -"hodos" en griego. Cuando los dos compañeros caminaban, su camino, simbolizaban la falta de fe de la comunidad cristiana –centrada en Jerusalén. Sin embargo, Jesús les hizo pensar diferente. Su andar les volvería a los seguidores en Jerusalén, a una fe mayor.
Sólo entonces los discípulos se dieron cuenta de lo que habían experimentado. Pero ya antes, cuando les explicaba las Escrituras, el Espíritu del Señor resucitado les había dado la certeza de que eso era verdad. El sacramento de la Palabra no había sido menos activo y eficaz que el Pan compartido.
ESPERANZA, la segunda virtud teologal
El Catecismo define la Esperanza como "la segura expectativa de la Bendición Divina y la Visión Beatífica". En otras palabras, la esperanza espera lo que la FE explica. De esta manera, esperanza y fe se unen.
Lo contrario de la esperanza es la Desesperación y la Presunción. Con la desesperación, rechazamos cualquier posibilidad de perdón y amor de parte de Dios. Con la presunción, tampoco asumimos nuestras propias capacidades –la noción errónea que realmente estamos en control, o bien, suponemos que Dios perdona y nos ama sin cambio en nuestros corazones.
Al igual que la fe, la esperanza verdadera sólo viene de Dios. Esperanza nos conduce a depender de Dios y su poder para cambiarnos.
¿Cómo te ha dado Dios esperanza? ¿Cómo tu fe ha sostenido tu esperanza en el pasado?
24, 33-35: Al final, Cleofás y su compañero regresaron a la comunidad de Jerusalén para compartir su encuentro con el resucitado. Observa, sin embargo, que ellos habían escuchado las Buenas Nuevas que les fue proclamada primero por la comunidad antes de que pudieran compartir su historia. Lo que tenían que compartir no era algo nuevo; sólo reforzaba el Evangelio que ya poseía la comunidad. Sin embargo, su experiencia de Cristo en el "camino" –la vida diaria, y en la fracción del pan –el culto, fortalecería su compañerismo en la comunidad.
El compartir nuestras historias de Cristo construye nuestras comunidades de fe, no importa si son grupos pequeños, grandes parroquias o toda una diócesis. Cada vez que compartimos parte de nuestro caminar, agregamos ladrillo y mezcla en el sentido de una Iglesia viviente. Este es verdadero amor cristiano.
24, 33: Se levantaron para regresar a Jerusalén. Igual que las mujeres que vuelven del sepulcro a los apóstoles y como los apóstoles que volverán del monte de los Olivos a Jerusalén: desde este centro la Iglesia se irradiará cuando hayan recibido al Espíritu.
CARIDAD, la tercera virtud teologal
Si realmente adoramos a Dios, lo ubicamos primero en nuestras vidas. El mandamiento para adorar sólo a Dios conlleva la obligación de amarle a él y a todo lo que él creó. Este amor se expresa en la virtud de la Caridad cuando nosotros compartimos activamente por el bien de los demás.
La indiferencia, la ingratitud, un corazón tibio y la pereza espiritual pueden bloquear el ejercicio de la caridad. La indiferencia rechaza la caridad. La ingratitud no reconoce las gracias que trae la caridad. Un corazón tibio y la pereza espiritual simplemente ponen fuera el responder al amor de Dios y la obligación de pasar ese amor a otros.
Cuando Dios nos da la fe y la esperanza, tenemos que responder con la caridad. Así, los tres juntos, entretejidos son los dones de Dios. La Fe ilumina nuestras mentes y dirige nuestra confianza. La Esperanza enciende nuestros corazones. Y la Caridad faculta nuestra voluntad de acción.
¿De qué manera el intercambio de Tiempo y Talento con otros cristianos te ha inspirado a compartir lo que tienes? ¿Cómo te ha reforzado tu Fe en Dios el compartir?
El camino cristiano que transitamos está lleno de desafíos a la Fe; pero entre mayor es el reto, más cerca camina EL con nosotros. Como los dos compañeros caminando a Emaús, el Señor se une a nosotros para abrir nuestras mentes y corazones a su presencia. Nos invita a no abstenernos de compartir nuestras vidas con otros en compañerismo.
Como EL lo ha hecho por nosotros, el Señor nos pide hacer lo mismo por quienes se han separado del camino. Hay que estar presentes y escucharlos. Hacer que las escrituras recobren vida en nuestras personas a través de ejemplos de amor, y el compartir el pan con ellos. De esa manera, ellos volverán con sus historias sobre la bondad de Dios para fortalecernos.
¿Sabes de alguien que se ha alejado de Cristo y SU Iglesia? ¿Cómo puedes escucharle, hacer que la fe cobre vida para él o ella y compartir el pan con ellos?