Segunda Lectura

Tercer Domingo del Tiempo Ordinario -A

Segunda Lectura: 1 Corintios 1,10-13,17

Divisiones entre los creyentes

¿Cuál es la causa de los desacuerdos entre las personas?

La división de los creyentes es el primer pecado de la Iglesia. Diversos apóstoles habían pasado por Corintos –ver 12, 28 –algunos en la comunidad se habían aprovechado de esto para afirmar su propia identidad, proclamándose de uno más que de otros.

10 Les ruego, hermanos, en nombre de Cristo Jesús, nuestro Señor, que se pongan todos de acuerdo y
terminen con las divisiones, que encuentren un mismo modo de pensar y los mismos criterios.
11 Personas de la casa de Cloe me han hablado de que hay rivalidades entre ustedes. Puedo usar esta palabra, ya que uno dice: «Yo soy de Pablo», y otro:
12 «Yo soy de Apolo», o «Yo soy de Cefas», o «Yo soy de Cristo». 13 ¿Quieren dividir a Cristo? ¿Acaso fue Pablo crucificado por ustedes? ¿O fueron
bautizados en el nombre de Pablo?

La Biblia Latinoamericana

Terminen con las divisiones, encuentren un mismo modo de pensar y los mismos criterios (10) como en una familia unida. Pablo se dirige a una comunidad de personas que se conocen; aunque hubiese entre ellos amos y esclavos, todos compartían una misma cultura y vivían en familia. Las cosas son diferentes cuando la Iglesia reúne a personas numerosas de ambientes muy distintos. La unidad no se obtendrá ignorando las desigualdades, pues será necesario que todos reconozcan los obstáculos que los separan en la vida cotidiana.

1:12 “Cefas” es la palabra en arameo para “Pedro” el líder de los Apóstoles.

Después de su saludo a la comunidad de Corinto, Pablo corta el meollo de la cuestión. Expresó su preocupación por la salud espiritual de la iglesia local. En lugar de una comunidad fuerte, con una visión y una energía común, los fieles en Corinto se habían fragmentado en grupos pequeños. Estos grupos se formaban alrededor de las enseñanzas de un evangelista particular o un misionero –Pablo, Apolos o Pedro –y libraron batallas en el patio de las “posiciones doctrinales” de sus líderes. Hubo incluso un grupo que decía ser de Cristo; este grupo debe haberse dado a ellos mismos un lugar que era inmune a los detalles de la lucha y alguna estatura de superioridad. Implícitamente, la Comunidad se había centrado en estas batallas y perdió la imagen mayor. Pablo debe haber temido que la Comunidad podría colapsarse.

En 1:13, Pablo utiliza un conjunto de preguntas retóricas para señalar lo absurdo de sus luchas. ¿Estaba Cristo dividido? ¿igual que la Comunidad se había roto en pedazos? ¿Eran Pablo –o Apolos o Pedro -dando su vida por la salvación de los creyentes? ¿Fue el bautismo en nombre de un evangelista o misionero eficaz? ¡Por supuesto, la respuesta a estas preguntas fue un rotundo “NO”!

En 1:17, Pablo simplifica su Ministerio, con el fin de enfocar su crítica a la comunidad. Cristo le envió a predicar la Buena Nueva. Se trata de la definición de un "Apóstol", él no era el Bautista, y Pablo no presumió sobre la calidad de su predicación. De hecho, él no promovió la sabiduría, el valor más alto en la cultura griega común del momento. Aunque estos cristianos de Corinto no eran grandes intelectuales, como a buenos griegos les gustaban los hermosos discursos y querían aparentar ser cultos. En esa época, en todo el imperio romano muchas personas andaban en busca de doctrinas esotéricas, y un cierto número en la Iglesia veía en la fe un medio para lograr un saber superior. Estaba orgulloso por el hecho de no promover la sabiduría, en cambio, afirmaba promover la Cruz de Cristo que tenía su propio poder intrínseco para persuadir. Pablo estaba orgulloso, pero él sabía sus límites. Y sabía del poder de aquel a quién predicaba. Pablo, pues, les diría que toda la sabiduría cristiana está contenida en la cruz.

“…no me envió Cristo a bautizar”. En momentos en que la Iglesia se repliega sobre sí misma, Pablo le recuerda su misión: ¿debemos, en primer lugar, predicar el evangelio, o disputarnos los puestos de guías y de ministros?

“… que no se haga vana la cruz de Cristo.” La cruz debe estar presente en el mensaje que predicamos y en la manera como lo predicamos. A los judíos que aguardaban un rey glorioso, Pablo presentaba a un crucificado que no había liberado a su país, y esto lo escandalizaba. Lo mismo tiene que pasar entre nosotros: la no violencia activa del cristiano, su manera de luchar honradamente y sin odio, son un escándalo para muchos que la consideran ineficaz y muy lenta para resolver nuestros problemas.

De igual modo en la evangelización, siempre nos costará en nuestras comunidades recordar la pobreza de Jesús, y trabajar con medios de comunicación; y tendremos que contar con la gracia de Dios porque somos débiles, sin título y sin prestigio.

¿Qué es lo que reúne a las personas cada domingo? Algunos salen de la rutina. Otros vienen por una agenda personal. Pero la mayoría lo hace por fe. Nos unimos como uno en la adoración alrededor de la Cruz de Cristo.

Celebramos su muerte y resurrección alrededor de la Cruz. Ese es el poder de la Cruz. Pablo promovió ese poder por encima de su propia agenda porque sabía que uniría a los creyentes que una manera de predicación de moda y una enseñanza llamativa nunca podría lograr.