Primera Lectura
Tercer Domingo del Tiempo Ordinario -A
Primera Lectura: Isaías 8,23-9,3
Un niño ha nacido: la luz entre los Gentiles
Neftalí y Zabulón, son dos tribus de Galilea, la primera exactamente al oeste del lago de Tiberíades y la segunda entre Neftalí y el mar Mediterráneo. La región de los paganos: tal es en hebreo el sentido de la palabra Galilea. La “ruta del mar” es la que unía Egipto con Mesopotamia; bordeaba la costa hasta la llanura de Jezrael y luego atravesaba Galilea.
Este poema fue dicho posiblemente en el año 732, cuando el rey de Asiria destruyó al reino de Israel del Norte, el pueblo hermano y enemigo. Según la costumbre de los asirios, llevó al otro extremo de su imperio a una parte de la población. Eran los pobladores del territorio de Zabulón y Neftalí, que, siglos después, pasaría a ser la Galilea. Dispersos entre los paganos, salían de la Historia Sagrada para entrar en las tinieblas.
La liberación que se les promete es presentada como una victoria aplastante de Yahveh, que inaugurará un reino de paz, asociado a la persona de Emmanuel, el niño recién nacido.
El pueblo que caminaba en la noche... El Evangelio (Mt 4,15) reconoce en ese pueblo las muchedumbres a las que se dirige Jesús: Pueblo subyugado por los opresores de toda clase.
Pueblo que busca la luz y no tiene esperanza.
Isaías, el profeta, predicó en Judea (el Reino del Sur) alrededor del 740-701 a.C. Su ministerio fue precedido por los de Oseas y Amós en Israel (el Reino del Norte).
Incluso durante la época de Oseas y Amós, el paisaje político de Israel era sombrío. La corrupción de la clase dirigente dejó a los pobres desnutridos y desvalidos. Las luchas políticas internas dejaron la monarquía débil. Dividida por clase y la intriga real, la nación era propicia para que la tomaran. En el 722 a.C., los asirios desmantelaron el Reino del Norte y desplazaron a gran parte de la población con los extranjeros.
Como testigo de estos acontecimientos, desde la distancia, Isaías despreció la infidelidad de los israelitas y la mezcló con advertencias al rey de Judea, Acaz. Isaías discutió con el abatido rey, ofreciéndole incluso la señal del Emmanuel –Isaías 7:1-17, 8:5-10– pero, ya que el rey rechazó la señal ofrecida, Isaías profetizó que Judea seguiría el camino de Israel (8:11-15).
El mensaje no fue totalmente negativo. Todavía había esperanza, incluso para las poblaciones mixtas de Israel. Dios mejoraría la situación del área al oeste del lago de Galilea (8: 23a). Y una luz se levantaría para disipar la ansiedad (8:23b) y darles esperanza (9: 2). La luz los guiaría a la liberación (9: 3). Observa que los temas de esperanza y libertad, tan tradicional para los judíos, ahora se aplicaba a los no judíos. Isaías implícitamente amplió la actividad de Dios a los Gentiles de la zona.
En su Evangelio, Mateo utiliza el alcance más universal de Isaías cuando describe el ministerio móvil de Jesús. No importa quiénes habitaban la tierra, Dios los bendeciría con una luz, un líder para guiar su camino hacia la liberación espiritual. Para Mateo, esa la luz era Jesús